Las fábricas propias de nuestro moderno sistema industrial emiten óxidos de nitrógeno y dióxido de azufre –entre otros tantos componentes- que en combinación con la humedad del aire generan la lluvia ácida.
En este proceso, también pueden colaborar productos derivados del petróleo o centrales eléctricas y vehículos variados que se movilizan quemando carbón.
Lo que ocurre es que, todas estas sustancias químicas terminan por acompañar a las precipitaciones en su viaje a la tierra y de esta manera se produce lo que comúnmente se conoce como lluvia ácida.
El problema del presente fenómeno no está dado solamente en relación a su posible intensidad o prolongación en el tiempo, también se reconocen incalculables deterioros en nuestro medio ambiente que pueden no parecer intensos y repercuten en el corto plazo.
Los contaminantes que generan la lluvia ácida pueden recorrer enormes distancias y llegar así a tomar contacto con el suelo en una forma de lo más perjudicial para todos nosotros.
Sin dudas que los perjuicios que pueda traer aparejados la lluvia ácida son muchos pero entre tantos se destaca muy por encima la acidificación de las aguas.
Los lagos, ríos y mares, cuando reconocen este proceso no permiten la formación de vida acuática y entonces la mortalidad de peces aumenta de forma considerable.
Además de la fauna lugareña, la vegetación sufre incalculables modificaciones y se ve directamente afectada produciendo daños considerables en las zonas forestales.
Como todo problema al que se ve expuesto la condición humana la lluvia ácida tiene solución.
Todas las actividades a realizar para desestimar este proceso perjudicial para nuestro medio ambiente parecen tener que ver con la industria y la interpelan de manera tal que modifique su accionar respecto al cuidado de nuestros recursos naturales.
La instalación de equipos de control, el uso de energías menos nocivas y con menor nivel de contaminación, controlar la emisión de óxidos, desalentar el uso de sustancias químicas en los cultivos, todas y cada una de estas parecen ser decisiones a tomar si lo que se quiere es hacer frente al problema de la lluvia ácida.
Por todo esto podemos decir que la lluvia ácida es una consecuencia directa de la contaminación del aire y que es menester trabajar para controlar con mayor vehemencia los riesgos a los que nos expone.
Cuando se quema un combustible y esos productos químicos entran en contacto directo con la atmósfera no se está haciendo otra cosa que generar las condiciones necesarias para que este tipo de fenómenos altamente perjudiciales tengan lugar en nuestro planeta tierra.